miércoles, 23 de abril de 2008

Lo que no hago



Cuando leo, cuando juego al ajedrez o cuando me paseo, me obsesiona la idea de todo aquello que podría estar haciendo y que no hago. Esto se debe, creo, más que a una inestabilidad de la atención, a una avidez profunda. Yo no me puedo proporcionar un placer que no se sienta frustrado por un placer diferente, vecino y posible.

Julien Green

18 comentarios:

pennylanebcn dijo...

Cuántas veces me he sentido yo así mismo...me reconforta pensar que no soy la única.

Un saludo

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

A partir de los cuarenta, esto es frecuente en quienes somos espíritus saltarines. A Green se le ha olvidado añadir la ansiedad que provoca un día de veinticuatro horas más aprovechadas.

Larrey dijo...

y así se perdió en el tiempo, oculto entre las zarzas de la rutina y la vida moderna, el placer de no hacer nada.

Galder Reguera dijo...

A mí me pasa algo distinto, pero cercano. Cuando escribo me torturo pensando que debería estar "trabajando" en algo económicamente productivo. Cuando trabajo por dinero me maldigo porque debería estar escribiendo.
Pero nunca, nunca, he sentido que estaba perdiéndome algo cuando leía, jugaba al ajedrez o paseaba.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

En mi comentario anterior, leáse al final "mal aprovechadas". Así se entenderá mejor.

Carlos Frontera dijo...

Toda elección implica necesariamente un descarte, cuanto menos.
Resulta inevitable plantearse si acertamos con la elección, si erramos en el descarte.
Inevitable y necesario, me atrevería a decir.
Abrazos.

malditas musas dijo...

Desde que el hombre descubrió el infinito (Tal vez con Pascal que planteaba que cualquier punto en una esfera era el centro de otro punto concéntrico) vivimos atormentados por el todo, hermano gemelo de la nada.
Borges esgrimía en su Biblioteca de Babel que todas las posibilidades ya están escritas, que apenas podemos robar una porción del universo existente y ponerlo en evidencia. No hay más.

:)
beso
musa

Javier Puche dijo...

No eres la única, Regina. Esa avidez profunda nos invade a unos cuantos. Bienvenida a este rincón.

Las horas malogradas, Antonio, se transforman fácilmente en pesadumbre. Por ello no conviene entregarse sin resistencia a la acogedora desidia.
Un abrazo de otro espíritu saltarín.

Más que zarzas, Larrey, yo diría que la rutina tiene zarpas.

El trabajo asalariado (salvo que la ocupación coincida exactamente con la pasión) nos transforma en inquietos reclusos. Ojalá con inteligencia encontremos algún agujero por donde huir.
En cuanto a la lectura, amigo Galder, yo tampoco he sentido nunca que perdiera el tiempo practicándola (salvo si el libro es tedioso o directamente execrable). Gracias por tus sugerentes comentarios.

Siempre me han divertido las erratas, Antonio. Algunas de ellas mejoran el texto original, como algunos traductores. No es el caso.

Lo que dices, Viajero, me recuerda a cierta reflexión de André Gide que te transcribo: "Toda elección es espantosa cuando se piensa en ella. La necesidad de la opción me ha parecido siempre intolerable; escoger me parece no tanto elegir como rechazar aquello que no elijo. A menudo quedo sin hacer nada, perdido y con los brazos siempre abiertos, con el temor de que al cerrarlos no vaya a coger sino una sola cosa".

"Vivimos atormentados por el todo, hermano gemelo de la nada". Gracias una vez más, querida Musa, por regalarnos tu poesía.

Olga Cánovas Galindo dijo...

¿qué es lo que no hago cuando hago lo que no quiero hacer?, me pregunto cuando estoy sumida en la rutina diaria. ¿Vivir?
Abrazos

Arcángel Mirón dijo...

Pero eso es tortuoso, pobre hombre...

Un abrazo, Herman. Espero que vos puedas disfrutar de todos tus placeres.

:)

Javier Puche dijo...

Tu pregunta parece un trabalenguas, Espectadora.
Intentaré responderla sin trastabillar demasiado.
A mi juicio, lo que no haces cuando haces lo que no quieres hacer es no hacer lo que quieres hacer. Abrazos también para ti.

Supongo que Julien Green exagera un poco. Gilda. No debes preocuparte.

Castigadora dijo...

A todos nos gustaría poder desdoblarnos para estar en mil sitios, haciendo mil cosas, para no sentir que perdemos un segundo de vida. Pero dividirse hasta cuando? Hasta que no quede nada de nosotros?
Si nuestra avidez es desmesurada, jamás seremos felices haciendo lo que hacemos en cada momnento, y parte de la felicidad está en saber disfrutar de cada sensación y cada instante de tu vida, no?

Un saludo

Magda Díaz Morales dijo...

Esta angustia metafísica siempre visitó las obras, las palabras, de Julien Green. Este fragmento encierra mucho de su pensamiento.

Francisco Ortiz dijo...

Disculpa la tardanza en corresponder a tu amable visita. Interesante blog el tuyo, inteligente cita. También yo le creo un enlace. Un saludo.

Anónimo dijo...

¿Quién eres? ¿Quién eres?
Estais muy muy solos los gallegos.
Por dios, ya.

Javier Puche dijo...

Quizá la clonación solucione el problema. Aunque sería horrible que nuestras diligentes copias fuesen más felices que nosotros. Gracias por venir, Castigadora.

Es cierto, Magda. A mí también me pareció un fragmento muy representativo. Lo descubrí mediante Julio Ramón Ribeyro, a quien tanto debo.

Gracias, Francisco, por el enlace y la visita. Un placer que te pasees por aquí.

Gemma dijo...

Haces una cosa pero, en verdad, quieres realizar otra distinta.

Lo ideal sería poder convertirla en la siguiente.
;-)

Elena dijo...

Esto mismo me ha ocurrido muchas veces. Y es un problema, porque este pensamiento nos impide disfrutar plenamente del placer que estamos acometiendo en ese momento. Pero ¿cómo evitarlo?