Lo mejor de escribir no es escribir, sino el humo del cigarrillo, el mar tras la ventana, la música de Miles, el portátil encendido, la mano que acaricia el diccionario entreabierto, el vaso de whisky, el lento crepúsculo (dentro y fuera), la posibilidad de que cualquier milagro ocurra, aunque nada ocurra luego.
Uno escribe para demorarse en los preámbulos.
Imagen: Miles Davis
21 comentarios:
¿Y qué hacemos los que no tenemos una ventana frente al mar, no fumamos o no bebemos "Guiski"?
Sin duda ninguna.
Existe un abismo inmenso entre el placer de encender el primer cigarro, dar un trago al café que te acompaña y tabalear en el aire cinco centímetros sobre el teclado preparando la descarga del torrente de ideas que pretendes a llevar al blanco virtual ante el que te encuentras, y el instante en el que tu libertad comienza a ser cercenada por la primera palabra que has escrito. A partir de esa primera palabra ya no eres tú el que escribes, es el texto el que se desarrolla, más que gracias a ti, a tu pesar.
Después está la gran condena de corregir el texto. Releerte y atender a la insoportable sensación de que has escrito algo ajeno a lo que pretendías. Comenzar a remendar el texto por cada esquina, intentando reconducir una nave que página tras página se adentró en un océano del que no tienes cartas de navegación. Borrar para siempre párrafos que escribiste casi en éxtasis, y preguntarte qué tipo de mundano éxtasis era aquel que te llevó a escribir tales nimiedades. Contemplar la repetición sistemática de palabras que creiste no haber usado. Certificar tu falta de talento natural, e intentar matizarlo con el segundo momento, tan artificial que es la corrección.
Una tarea, en fin, ingrata y aburrida que no hay whiski, tabaco, atardecer o música de piano que la suavice suficientemente.
Un abrazo Herman.
Por eso a mí me encantan los preámbulos. Porque cuando persigo e intento atrapar "mi talento" es el único lugar donde puedo encontrar cobijo sin desesperar.
Un beso.
Cada uno debe encontrar sus propios preámbulos, Larrey. Salvo que prefieras caminar en línea recta.
De nuevo, Galder, tus palabras resuenan en mi interior como si fueran propias. Quién dijo que escribir fuera fácil. Me agrada especialmente la sorna con que relativizas el éxtasis creativo, tan sacralizado por ciertos poetastros. A mi juicio, el éxtasis creativo está al alcance de cualquiera. No así la creación de una obra memorable. Creo que fue Juan Ramón Jiménez quien dijo: "La inspiración existe, pero desconfío de ella". Desde luego, hacía bien. Muchas veces la inspiración engendra monstruos.
Un abrazo y gracias por visitarme.
Celebro que coincidas conmigo, Viridis. Yo podría demorarme eternamente en los preámbulos. Escribir es sólo una excusa.
Ojalá regreses por aquí.
Por cierto, Galder, gracias también por regalarme el verbo "tabalear". Ignoraba su existencia.
Yo cuando conocí el verbo "tabalear" comencé a sospechar que cada cosa tiene un nombre, Herman. Palabra bella, para un gesto habitual, en el fondo es lo que hoy hacemos cuando escribimos, una vez que para muchos de nosotros el bolígrafo quedó para dibujar y para otros para firmar autógrafos. Si los textos de hoy tienen un ritmo, una música, ese es el del tambor que es, en el fondo, cada uno de nuestros teclados.
Un abrazo.
Supongo que cada uno tiene sus preámbulos. A mi me encanta pasear por la playa, o sentarme frente al mar (lo tengo muy cerca) mientras atardece, ver como se esconde el sol, y poner alguna música que acompañe el descenso del sol. En ese momento es cuando mi mente se abre a las posibilidades de mi imaginación y tengo que sacar una libreta que siempre me acompaña, para trazar las primeras líneas.
Un beso Herman, me encantó este post
“Uno escribe para demorarse en los preámbulos”, completamente de acuerdo, Herman.
Aunque en mi caso los preámbulos son otros, el caso es que lo mejor de escribir es el momento en que una historia empieza a tomar forma en la cabeza, el extraño mecanismo que va haciendo que las piezas encajen, que cada personaje encuentre su exacto lugar.
Luego te plantas ante el papel en blanco o ante el cursor parpadeante sobre fondo blanco y te enfrentas a tus limitaciones, a tu impericia, el instante en que finalmente comprendes que tus palabras nunca serán capaces de contar la historia en tu cabeza.
Y te agarras a “la posibilidad de que cualquier milagro ocurra”, sin darte cuenta de que, tal vez, el milagro ya tuvo lugar y la escritura se empeñe en desmontarlo.
Un abrazo.
Uno escribe para salvarse de uno mismo.
Cuando me siento sola, me invento personajes amigos de papel y es muy interesante la conversación con ellos.
:)
beso de tinta
musa
Lo mejor siempre son los caminos, las búsquedas. Las metas (si se alcanzan) sólo son un efecto secundario no buscado.
García Márquez escribió que "aún ese estado de derrota era propicio, porque no hay nada de este mundo ni del otro que no sea útil para un escritor".
Tenemos un oficio privilegiado.
:)
Este rondar la escritura es en sí mismo el milagro. Porque no creo que la escritura nazca con el primer golpe de tecla. En todo caso es en ese momento cuando echa a andar.
Tener el mar cerca es un privilegio que compartimos, Castigadora. Si no fuera tan tóxico me lo bebería.
Cierto, Viajero. A menudo el milagro sucede en nuestra cabeza y cuando tratamos de ponerlo por escrito se desvanece. Escribir es casi siempre un modo de constatar la propia ineptitud. Gracias por tus atinadas palabras.
Uno escribe, sobre todo, porque está cansado de sí mismo. La escritura nos permite escuchar otras voces y recorrer territorios inexplorados. Pero no creo que la escritura nos salve, querida Musa.
Totalmente de acuerdo, Arilena. Lo interesante es la búsqueda. La deleitosa búsqueda.
Muy sabias las palabras del maestro, Gilda. Pero más que la derrota, en mi texto predomina la sensualidad. O al menos eso pretendía.
Tú lo has dicho, Antonio: "Ese rondar la escritura es en sí mismo el milagro". Suscribo con entusiasmo tus palabras.
Bienvenido a este rincón.
Este blog mola
Gozar de los preámbulos mientras el pensamiento está en blanco esperándo que llegue ese milagro.
Besos Herman
Microcéfalo! ¡Vuelve a mi blog!
Uf, al contrario que tú, no sé nada de preámbulos literarios, los únicos que conozco -y me gustan- son los de la conquista emocional, pero no vienen al caso.
La escritura es en mí un acto clandestino, casi delictivo.
Uf, al contrario que tú, no sé nada de preámbulos literarios, los únicos que conozco -y me gustan- son los de la conquista emocional, pero no vienen al caso.
La escritura es en mí un acto clandestino, casi delictivo.
Me recuerda mucho a lo que diría un amigo, el escritor Juan Herrezuelo, amante de las liturgias que acompañan a la escritura también.
Tras dejar de fumar, lo primero que pensé fue "no serás capaz de escribir ni una maldita línea"...
(Pero se ve que no. Que estaba equivocada.)
En cualquier caso: ¡viva el whisky (o la cervecita)!
increíble
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