viernes, 1 de febrero de 2008

Error burocrático



La espada enemiga dividió al cristiano en dos mitades. Por un incomprensible error burocrático, la mitad culpable fue enviada al cielo y la mitad inocente al infierno. Lo paradójico del caso es que, tras cierta perplejidad inicial, ambas mitades fueron eternamente felices.

Imagen: M. C. Escher

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Un afilado hilo dental te hizo bilingüe.

Feliciti dijo...

Jajaja,magistral!!

Gemma dijo...

No existe la bondad pura ni la maldad extrema, de ahí que se sintieran a gusto, supongo.

A lo mejor tenían ganas de cambiar de aires...
;-)

Carlos Frontera dijo...

Y lo sorprendente del caso es que fueran felices ETERNAMENTE. Y yo que me conformo con momentos dispersos de felicidad.
Buen relato sin duda, HERMAN

Elena dijo...

Buenísimo. Seguro que de haber ido cada mitad a su sitio no habrían sido tan felices.

Genial también el texto de Schopenhauer. Voy a empezar a dormir más, por si acaso...

Un saludo

Javier Puche dijo...

Me complace tu dolorosa miniatura, Galleto. Con mi nueva lengua bífida podré libar distintos néctares al mismo tiempo. Un abrazo opresivo.

Tu risa es siempre bienvenida, Goroka. Y también tus loas.

Así es, Mega. Todos albergamos un ángel y un demonio que se manifiestan alternativamente, según el caso. Solo los impostores son siempre buenos.

Como bien señalas, Viajero, la felicidad eterna es una ficción. Nadie podría soportarla. Gracias por tu amabilidad.

Y gracias también a ti, Elena, por descubrirme a Haruki Murakami. Ciertos párrafos de "Kafka en la orilla" perduran todavía en mi memoria. Muchos besos.

Recaredo Veredas dijo...

Buen microrrelato, Herman. Consigues lo máximo que se puede extraer de tres frases. Saludos.

Joseba M. dijo...

¿Y si fuera verdad?

Lindo relato, Herman... apuntado a favoritos, un placer.

English Little Pills dijo...

Está claro, lo bueno si breve dos veces bueno.

Anónimo dijo...

El soterrado enfrentamiento de nuestras dos mitades, disimulado siempre, y la mirada final a la cara del otro: ese magnífico complemento que nos lleva a la unidad.

No sé si eres consciente de lo que has escrito, si has dicho justo lo que querías, si pretendías profundizar como lo has hecho... El caso es que esas pocas palabras podrían ser la cita previa a un hondo tratado sobre el ser humano y su intrínseca dicotomía entre el bien y el mal, tan gratificante el uno como el otro, tan egoístas los dos y tan cabronamente emparentados.

Igual se me ha ido la olla y la cosa es de otra manera.

Un saludo, amigo.

Olga Cánovas Galindo dijo...

A veces lo desconocido es lo que realmente te hace feliz.
No siempre el que acarrea con la culpa la tiene y el inocente tampoco siempre lo es.
Un saludo herman.

Olga Cánovas Galindo dijo...

En todos nosotros existe un ápice de maldad y de inocencia.
¿quien se atreve a decir que no es así?

Javier Puche dijo...

Gracias, Recaredo, Joseba y Suel por vuestros agradables comentarios.

Celebro, Hank, que hayas captado el trasfondo del asunto. Tu paráfrasis resulta certera. ¿Nos ponemos a escribir ese tratado filosófico?

Un placer tu suave visita, Espectadora.

malditas musas dijo...

Pocas palabras, para qué más, para definir la condición humana.

Impecable ;)

besos
musa

Castigadora dijo...

Vaya es un texto que te hace pensar, no sabemos que es lo que nos puede hacer felices en esta vida (o en esta muerte)

Un saludo

Anónimo dijo...

No me extraña tal dicha. La vida misma es un error, un mero accidente, y hay existencias felices (o eso dicen).

Besos orgiásticos.