
Estoy arrellanado en el sillón junto a la chimenea, donde crepita el fuego. Tengo la copa de coñac en la mano derecha. Con la mano izquierda, caída descuidadamente, acaricio la cabeza de mi perro... hasta que recuerdo que no tengo perro.
Arthur Conan Doyle
13 comentarios:
Fabuloso... en tan poco espacio y engañada.
Joder... cuántas y cuantás cosas sugiere esta ´delicia tan pequeña.
Fantástico, tanta cosa en una simple frase...genial de veras.
y es que la realidad va por delante siempre. ;-P
Un abrazo
Al menos no pensaba que tenía un tigre no? Con un perro imaginario casi que se puede lidiar.
Al menos le quedaba el coñac en la otra mano, ¿o tampoco?
Buenísimo!!!
Este microrrelato es lo que a mí me gusta. En tan poco espacio, tanto sentido.
Gracias
Es un efecto de la coca por vía intravenosa. Puede ser un gato, un perro, un afiche, una cabeza reducida del Congo, o cualquier otra cosa que la imaginación tactil tenga a bien ofrecerte en tales circunstancias.
Lo digo, eso sí, con permiso de los que son poseedores de secretos que no alcanzo.
Saludos, Herman.
Qué cambio tan brusco. Eso es saber golpear al lector. Sherlock Holmes es hijo de un genio.
Realmente, sugerente.
Un beso
BB
Conocía este singular relato a través de un maravilloso libro de Fernando Savater.Y,por supuesto,adoro a Conan Doyle.
Un abrazo.
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