sábado, 5 de enero de 2008

El funeral


Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.
-Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto un funeral y puesto que me pilla de camino me he unido. Sólo hasta la esquina y después tuerzo.
Pregunté, pues, al vecino de la derecha.
-¿Que de quién es el funeral? Y yo qué sé, ¿acaso muere poca gente? El banco no abre hasta las nueve, así que tengo un poco de tiempo todavía.
El tercero, que caminaba unos pasos atrás, tampoco era capaz de informarme.
-Yo no soy de aquí, soy un simple turista. Pero pregunte a esa señora con velo negro, la que camina detrás del féretro. Tiene pinta de ser la viuda y debe de saberlo.
En ese momento empezó a llover y abandoné el cortejo. No voy a mojarme por alguien a quien ni siquiera conozco personalmente.

Slawomir Mrozek (1930)

(Del libro La mosca, editorial Acantilado)

11 comentarios:

Arcángel Mirón dijo...

A lo mejor hacemos eso todo el tiempo: nos unimos a grupos de personas para pasar el rato, para formar parte de algo. Y sin quererlo, terminamos accionando la escena.

Sureña dijo...

Estoy de acuerdo con Arcángel..., te unes, te unes, te unes... y la hora de la verdad, haces como si nada.

Me ha gustado

Gracias por pasar por mi blog!

Anónimo dijo...

y vos ¿no comentás los post de los demás en sus blogs?

Gemma dijo...

Herman, gracias por tu invitación. Pasaré por aquí encantada. Por cierto, La nave de los locos quería ponerse en contacto contigo, pero no ha visto en tu perfil ningún mail para ello. Si te parece, puedes escribirle a su mail, o al mío. Gracias.

Olga Cánovas Galindo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Olga Cánovas Galindo dijo...

Tiempo muerto diría yo a eso. Hay momentos en nuestra vida cotidiana hay momentos de nuestra vida en los que no unimos a las masas movidos por la multitud, pero sin saber si realmente es nuestra causa. Entonces sentimos que quizás ese tiempo en el que somos deambulantes de la vida vamos a ser útiles. Pero nuestra reflexión final nos dice que si no estamos, nadie se dará cuenta, así que volvemos a nuestra realidad, aunque sea rutinaria. A mí me ha pasado varias veces.
Un saludo

Javier Puche dijo...

Lo hago siempre que puedo, preguntón. La cortesía y sus amables leyes no me son del todo ajenas. Que preguntes bien.

Gracias, Mega, por la información y por la visita. Enseguida mando un e-mail a "La nave de los locos". Un saludo cordial.

Javier Puche dijo...

Yo también me he sentido en alguna ocasión como el protagonista de este relato fúnebre. La búsqueda de sentido y nuestra humana necesidad de vinculación hace que nos involucremos a veces en desfiles absurdos. Y no siempre aparece la lluvia para salvarnos.

Javier Puche dijo...

Olvidé decir que mi último comentario iba principalmente dirigido a Espectadora.

Unknown dijo...

Te devuelvo la visita, amigo Herman. Hermoso blog. Nos vamos visitando. Un saludo.

Elena dijo...

Me ha gustado este relato. Es una metáfora magnífica de la estupidez en que vivimos muchas veces sin darnos cuenta, persiguiendo sueños sin sentido y uniéndonos a fines con los que no nos sentimos en absoluto identificados. Buena elección, Herman.

Un saludo