Amó con pasión desmedida a una estatua. Fue un juego de caricias y deseos. Para hacerse igual a ella, permanecía silencioso y quieto, esperando de este modo entenderse mejor con aquella figura apasionante. Si al menos -pensaba- las palomas retuvieran el vuelo sobre mi cabeza, o la yedra se enredara a mis pies, o un loco estudiante dibujara grafitos demagógicos en mi espalda, o un niño brutal me destrozase de un pelotazo la nariz, sabría que estoy en el buen camino de ser estatua, de ser correspondido.
Rafael Pérez Estrada (Del libro El ladrón de atardeceres)
11 comentarios:
Eso es entrega, javier.
Un abrazo y feliz año.
Selecto
Hermoso, pero mucho. gracias por colgarlo.
Abrazos.
Pues a mí este relato me gusta menos que otros (relatos).
Y feliz año, Herman, yo prefiero Herman probablemente porque me trae a la cabeza a Herman Monster y, ya sabes, la cabra tira al monte.
Un abrazo muy grande.
A mí me ha encantado esa forma de buscar identidad...
Feliz año, Javier.
Un beso
Un amor demasiado platónico
Ser el otro
ser correspondido
A mí me parece bellísimo.
Besos
Muy bueno, Javier. Me ha encantado a ese aspirante a estatua por amor. Desconocía este texto. Gracias por dárnoslo a conocer.
Un buen relato que desconocía. Me gustó mucho.
Feliz año, Javier
Bello texto. Feliz añejo, herman.
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