miércoles, 19 de octubre de 2011

Los hados propicios

La mañana era sucia y medio lluviosa. Ahora daba vueltas a su café sobre el mostrador de zinc de un bar perdido en cualquier calle. La noche había sido sudorosa y larga, llena de sueños trabados y vueltas en la cama, y otra vez se le había metido dentro esa bruma amarga que le impedía pensar con claridad y lo convertía a sus propios ojos en la figura solitaria de una gris acuarela. La tristeza se le atrincheraba dentro y le faltan las fuerzas para hacer frente a los días, vencido prematuro, propenso a morir.
A través de las cristaleras vio de repente a una mujer joven y bellísima. Debía de estar embarazada de seis o siete meses y su mirada estaba hecha de luz. Pensó por un instante que todo valdría la pena si la tuviese a su lado, envidió con todas sus fuerzas al padre de aquella criatura que crecía en su vientre, bajo el vestido azul.
La muchacha parecía caminar en busca de algo. Cuando lo vio en el interior del bar se acercó hasta él, que, sentado en lo alto del taburete, sintió un temblor en su corazón. "Otra vez lo has hecho, cariño, no te tomas las pastillas que te dio el doctor para la amnesia, te largas por ahí sin dejar aviso, un día de estos te perderé".

Carlos Castán (del libro Sólo de lo perdido)

Imagen: Edward Hopper (fragmento de Nighthawks)

10 comentarios:

Nicolás Jarque dijo...

Una bonita historia sobre la memoria, muy bien ambientada. En el que el amor está muy presente, aún sin una buena cabeza que funciona.
Me ha gustado.
Un saludo.

Víctor dijo...

Aunque no me guste el recurso de la amnesia, debo reconocer que el micro es bueno. En parte, quizás, porque el meollo de la historia está en otro lugar, y no en esa amnesia.

Un saludo, Javier.

hombredebarro dijo...

Creo que el final de este relato le resta eficacia y fuerza a lo que precede.
Enhorabuena por la publicación de Seismos. Me haré con un ejemplar.
Un saludo.

Kate dijo...

¡Qué hombre tan afortunado! A mí me llega la ternura con la que ella le trata, teniendo en cuenta que a ninguna mujer le gusta que la olviden...sin duda debe quererlo mucho.
Muy conseguido el ambiente.

Saludos

Miguel Baquero dijo...

Qué buen relato. A lo mejor a veces se nos olvida que, en el fondo, somos felices

Marcos Callau dijo...

Buf! Que bueno! Mi enhorabuena a Carlos. Me ha gustado mucho porque es un final inesperado y feliz. También un detallazo el fragmento de Nighthawks. Saludos!

Maria Coca dijo...

Me ha encantado. Me gusta cómo narra y cómo pinta las palabras.

Gracias por dármelo a conocer.

Un abrazo.

Elena Casero dijo...

Carlos Castán es un gran escritor y un ejemplo es este relato que nos has hecho llegar

Un abrazo

Galería de Letras dijo...

Letras bien mezcladas, espacio muy interesante. Las ganas de volver se vuelven una obligación.

Recibe un cordial saludo desde Barranquilla, Colombia de donde extiendo mis brazos para darte un fuerte abrazo y dejarte la invitación para que me visites en mi Galería de letras. Y no olvides dejar tu huella.

Víctor

Raúl dijo...

Conociendo a Castán me esperaba la ocurrencia final; lo que menos me gusta de él.