miércoles, 18 de febrero de 2009

En el insomnio

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía
que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que en seguida tome una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

Virgilio Piñera

Imagen: Virgilio Piñera

21 comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo dormirse, si tenía una cita
con la muerte?

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Qué aterradora vigilia y qué estupendo final. Incluso podría titularse, remedando a Quevedo, "Insomnio más allá de la muerte". Un abrazo.

hombredebarro dijo...

El texto tiene buenas intenciones, pero creo que un sólo fallo: al final queda en chascarrillo.
Tengo que decir que Virgilio Piñeira me interesa mucho como cuentista, así que la pega es sólo eso, una pega. ¿Qué hubiera pasado si hubiera comenzado por donde acaba? Es lo que le pasa a muchos microrrelatos, que su final hubiera sido su mejor principio.
Pero estoy abierto a que alguien me contradiga. O no.
Un saludo.

Elena Casero dijo...

Yo coincido con hombre de barro en que el final, la última frase desluce un poco el resto del relato.
De todas maneras cada relato tiene miles de lecturas.

Araceli Esteves dijo...

Muy bueno.Se nota que el autor ha padecido de insomnio. Hay pocas cosas peores.

Carlos Frontera dijo...

Muy bueno el micro. Creo que el empleo de frases cortas es un acierto, (me) transmite agobio, que parece que soy yo quien padece insomnio.
Sí creo, como hombredebarro, que el final no está a la misma altura que el resto del micro, pero tengo mis dudas de si funcionaría mejor empezando como acaba. No sé, encuentro desmedida la decisión de suicidarse tras una noche de insomnio.
Claro que, ahora lo pienso, la cosa cambiaría si el insomnio viniera de antes.
En fin, que me ha gustado.

Elena dijo...

Pocas veces he tenido insomnio, pero cuando uno no puede dormir los pensamientos más negros pueden pasar por su cabeza. La falta de sueño es muy dañina para la mente. Pero claro, antes de volarse la tapa de los sesos es más recomendable acudir a las pastillas...

Saludos

Raúl dijo...

A mí en cambio, las frase cortas y tan aceradas me suelen cansar. Nunca me han gustado los telegramas. Sin embargo en el micro se transmite bien ese estrés -es cierto- que padece el personaje.

Anónimo dijo...

Buenas,

siento contradecir tanto la argumentación de Hombre de Barro como la de Elèna Casero. La verdad es que no veo el chascarrillo por ningún lugar del relato: ¿anécdota?, ¿chiste?, ¿cuentecillo gracioso?...

Tampoco creo que pueda empezarse por el final: la trama es ésta.

Otra cosa es su argumento. En el fondo, los sonetos y los microrrelatos tiene mucho que ver: tanto el verso final como el final de la historia suelen ser lo mejor. En el fondo, si este microrrelato de Piñera no es perfecto, acaricia sus síntomas: condensación, elipsis, lenguaje en su justa medida, trama adelgazada hasta el límite (en el que podría perderse la historia, pero no es éste su caso), personaje violentamente introducido, final paradójico. Lo siento, pero no veo el chascarrillo...

Para los interesados en Piñera, os recomiendo: "La caída", cuento frío con el que abre sus Cuentos fríos.

Saludos.

Arcángel Mirón dijo...

Te lo firmo. El insomnio es una mierda. Espero no llegar nunca a ese extremo.

Javier Puche dijo...

Bien visto, BB.

Muy atinada tu referencia a Quevedo, Antonio. Por seguir con ella, permíteme añadir: "Polvo serás, mas polvo desvelado".

Lamento disentir contigo, Hombre de barro. No veo el chascarrillo por ninguna parte. Y suscribo punto por punto lo dicho arriba por Mateo de Paz. Creo que el microcuento de Piñera funciona como una perfecta representación del insomnio llevada al límite. Y el final es el único posible, a mi juicio. Si la muerte constituye el sueño eterno, el insomne que muere será un eterno desvelado. Imagina la terrible condena del que se quita de en medio para alcanzar el descanso definitivo y sólo encuentra una renovada vigilia, y además la certeza de que ahora dicha vigilia será incesante, sin remedio alguno. Porque no hay muerte después de la muerte. Al menos que yo sepa.

Ídem, amiga Elena. Gracias por venir.

Javier Puche dijo...

Cierto, Pasado. Hay pocas cosas peores que el insomnio. Quizá la inmortalidad.

Yo supongo, Viajero, que el insomnio del personaje viene de lejos. La decisión de suicidarse no parece tan drástica si lleva siglos intentando en vano dormir. Su cansancio debía ser atroz.

Es cierto, Elena. Quizá hubiese sido más coherente que el personaje se suicidara con somníferos en lugar de con pistola.

Coincido contigo, Raúl, en la querencia por los enunciados largos. Pero creo que aquí la frase telegráfica beneficia considerablemente la sensación de agobio, como bien apunta el Viajero. El ritmo abrupto me permite ver al protagonista pasando nerviosamente de una acción a otra.

Gracias por tu argumentado comentario, Mateo. Y por la recomendación. Anoto en mi memoria esos Cuentos fríos.

A juzgar por tus palabras, Gilda, sospecho que conoces bien el insomnio. Yo he tenido la suerte de no padecerlo casi nunca. Pertenezco a una estirpe de marmotas.

Natalie Sève dijo...

Ni la muerte tienta de sueño a los pendientes...
Muy buen relato y blog, un abrazo
Natalie.

Anónimo dijo...

No sé... Me gusta el rito y las frases cortas para este relato. Pero ese final tan ilógico... Es como si el autor se hubiera comido algún dato. O tuviera prisa por terminarlo. Yo que sé...
No me acaba de llenar, la verdad.

Anónimo dijo...

Perdón, quise decir "ritmo", no "rito", jejej

Anónimo dijo...

Otro gran microrrelato, por si no lo conocieses, es el siguiente, de LUCIANO G. EGIDO, Cuentos del Lejano Oeste, titulado «Retrato de mujer sentada» y con cita de Pessoa:

Ella se basta,
nada desea
salvo el orgullo de ver siempre claro
hasta dejar de ver.
(Fernando Pessoa)

La señora Agustina era una vieja repulida y cegata, que no se cansaba de ser buena todos los días del año, se cambiaba de sayas por lo menos una vez a la semana, se recogía el pelo en un moño tieso y atrevido y parecía no ver a nadie a través de sus gruesas lentes, que le agrandaban los ojos, como en un acuario, y le ponían en la cara un gesto de asombro permanente. A las seis de la mañana en verano y a las ocho en invierno, ya estaba sentada a la puerta de su casa, en una silla baja de anea. Había tenido cinco hijos, que la fueron abandonando poco a poco, en un continuo chorreo de desgracias próximas y noticias lejanas. Del marido ya ni se acordaba. Pero la señora Agustina seguía allí sentada, inmóvil, indiferente, con su bondadosa cara de plácida resignación, inmutable a las ausencias y al discurrir de las decepciones. Los que pasaban la saludaban con un movimiento de cabeza o con una palabra amable de reconocimiento, a lo que nunca contestaba. Después de muchos años, los vecinos se dieron cuenta de que estaba completamente ciega, además de sorda, lo que no sorprendió a nadie por la inexorable usura del tiempo y su poca vista de nacimiento. Que además estuviera muerta, les pareció a todos de lo más natural.

Saludos,
Mateo de Paz

Gregorio Luri dijo...

Es exactamente así. Uno, tras probar todos los demás remedios, acaba suicidándose insistentemente. Pone todo perdido de sangre, pero dormir... ¡Eso no hay quien se lo proporcione!
Yo tiendo a lanzarme por la ventana de la pantalla del ordenador. Acabo hecho trizas, pero con los ojos abiertos. Y en invierno, helado de frío.

Javier Puche dijo...

Gracias, Natali, por la visita. Espero que reincidas.

Lamento que no te guste, Sinuosa. A mí me parece muy logrado. Y nada ilógico en su final.

Impresionante el texto de Luciano G. Egido. No lo conocía en absoluto. Gracias, Mateo, por traerlo aquí.

Bienvenido, Gregorio, a esta silenciosa casa azul. Es un privilegio tu visita.

Miguel Baquero dijo...

Acabo de descubrir tu blog y me ha parecido excelente. Genial el cuento anterior.

Emelina dijo...

Que bonito.

¡Saludos! invito a mi blog, si algún día gusta.

Anónimo dijo...

Virgilio era parco y de una fineza fuera del tiempo o antes del tiempo. Fue un visionario.
Antropôfogo innato se comia las palabras y las contorneaba ya en sus cuentos frente a la censura inminente en la que se iba sumiendo su isla natal.