viernes, 7 de noviembre de 2008

La doble vida de Medardo



Medardo Requena tenía el poder de transformarse en caballo a voluntad. Ya bajo su apariencia humana llamaba la atención su largo y morrudo perfil, similar al de los équidos, y su corpachón desgarbado. No menos su forma de caminar, como si trotara. Estaba compinchado con un tal Mouriño, gallego de Orense, quien había practicado sin fortuna la emigración a América. Juntos recorrían las ferias de ganado y Requena, transmutado en brioso corcel, era vendido por Mouriño al mejor postor. De noche, una vez en el establo, recuperaba su forma humana y salía de allí andando tan campante. Si lo sorprendían dentro de la cuadra, desnudo, hacía como que se había perdido, y su aspecto era tan extraño e inquietante –especialmente si aún no se había completado la transformación– que enseguida lo dejaban marchar sin pedirle más explicaciones.

Medardo Requena se confesaba harto de aquel tipo de vida, de ir de aquí para allá, sin tener un hogar, esposa ni hijos, estafando a la gente honrada. Pero las ganancias eran tan sustanciosas que Mouriño lo convencía siempre de dar un nuevo golpe antes de retirarse. Llevaban ya un decenio trabajando juntos, cuando un año, en Medina del Campo, tras haber cerrado trato con un ganadero de Osuna, Mouriño esperó en vano a que Requena apareciera en el lugar convenido. Fue a los establos, temiendo que hubiera ocurrido cualquier contrariedad, y comprobó con estupor que su socio seguía allí, pero aún bajo la apariencia de un caballo. Cuando le preguntó qué diablos pasaba, Requena agitó las crines, piafó alegremente y, con un movimiento brusco de cabeza, señaló a una yegua que comía heno a sólo diez metros de donde se encontraban. Como Mouriño pareciera no entender, Requena dibujó en el albero, con su casco aún sin herrar, la torpe forma de un corazón.

Manuel Moyano (del libro El oro celeste, editado por Xordica).

13 comentarios:

Anónimo dijo...

En mi larga vida como lector de brevedades, pocas veces he encontrado textos tan vertiginosos como los de Manuel Moyano. Excelente elección, amigo Herman. Volveré por tus dominios.

ANTONIO SERRANO CUETO dijo...

Precioso relato, Herman. Gracias por ponerlo a nuestro alcance.
Un saludo.

Raúl dijo...

Excelente.
El mundo está lleno de Mouriños, despiadados tratantes de necesidades, y no tanto de Medardos, resuelto esclavos de lo idílico. Lamentablemente.

Arcángel Mirón dijo...

Muy bueno. Y original.

Me gustó mucho, Herman.

Castigadora dijo...

Este relato sí que lo conocía y siempre me llamó la atención! Creo que sólo en su apariencia de animal, era posible que pudiera ser feliz.

Besos

Anónimo dijo...

No entiendo nada de lo que ustedes dicen, pero me gusta estar aquí.

Elena dijo...

Por un momento me ha recordado a la historia de la película de Lady Halcón, aunque no tiene mucho que ver. Es un relato precioso. No lo conocía, gracias por traerlo aquí.

Un saludo

Carlos Frontera dijo...

No conocía a este autor.
No, si al final va a ser cierto eso de que algunas yeguas (y mujeres) nos hacen perder la cabeza, que son las únicas capaces de redimirnos o llevarnos por el mal camino, según el caso y el relincho.

Anónimo dijo...

me encantó el relato, dice mucho, sin apenas decir...

Entrevagones dijo...

Una buena historia termina de escribirse en la cabeza del lector. Y éste es un buen ejemplo.

Microcéfalo, no te preocupes, ni falta que hace, Jaja!

Viridis dijo...

...A veces me gustaría que los hombres se transformasen en caballos...Sobre todo, algunos...
Besos en la distancia.

malditas musas dijo...

Muy bueno. Un post "bombón", como quién dice. Me engolosinan tus puertas...

bso
musa

Anónimo dijo...

Pues Moyano tiene esto y mucho más... Merece la pena descubrirlo, creedme.

Yo, además, tengo la suerte de conocerlo personalemente.

Un saludo.
Pablo.