Los dos esqueletos, con los huesos blanqueados por el sol, conversan sentados al socaire de la pared del cementerio.
ESQUELETO A. Oye.
ESQUELETO B. Dime.
ESQUELETO A. Lo peor que podemos hacer es desanimarnos.
ESQUELETO B. Sí, eso sería lo peor.
ESQUELETO A. Vendrán tiempos mejores, estoy seguro de eso.
ESQUELETO B. ¡Oh, desde luego! ¡Vendrán tiempos mejores!
ESQUELETO A. Se trata de saber esperar.
ESQUELETO B. Sí, se trata de eso.
ESQUELETO A. Los árboles volverán a ser verdes.
ESQUELETO B. Eso es: verdes. Y cantarán otra vez los pájaros.
ESQUELETO A. ¡Ah, qué agradable será entonces vernos regresados a la carne!
ESQUELETO B. ¿Crees que regresaremos también a la carne?
ESQUELETO A. ¿Quién lo duda?
ESQUELETO B. (Nostálgico.) Eso sería estupendo.
ESQUELETO A. (Tras una breve pausa.) ¿Cómo te llamabas antes?
ESQUELETO B. Juanito.
ESQUELETO A. ¡Anda pues, Juanito! ¡Levanta el corazón!
ESQUELETO B. (Mirando a través de sus costillas.) ¿Qué corazón?
ESQUELETO A. (Reconsiderando la situación, con acento súbitamente desesperanzado.) La verdad es que hicimos mal muriéndonos.
ESQUELETO B. Sí, hicimos mal.
ESQUELETO A. Perdimos el corazón.
ESQUELETO B. Sí, lo perdimos.
ESQUELETO A. Eso fue, sin duda, lo peor.
Silencio. El ESQUELETO B sopla a través de su propia tibia y brota una suave melodía, que ondula apenas la cabeza de las ortigas. Al conjuro de la música, las serpientes de hace cien años –apenas un rosario de menudas placas óseas– tratan inútilmente de erguirse como en los viejos tiempos de la ponzoña fulminante.
Javier Tomeo (Historias mínimas)
ESQUELETO A. Oye.
ESQUELETO B. Dime.
ESQUELETO A. Lo peor que podemos hacer es desanimarnos.
ESQUELETO B. Sí, eso sería lo peor.
ESQUELETO A. Vendrán tiempos mejores, estoy seguro de eso.
ESQUELETO B. ¡Oh, desde luego! ¡Vendrán tiempos mejores!
ESQUELETO A. Se trata de saber esperar.
ESQUELETO B. Sí, se trata de eso.
ESQUELETO A. Los árboles volverán a ser verdes.
ESQUELETO B. Eso es: verdes. Y cantarán otra vez los pájaros.
ESQUELETO A. ¡Ah, qué agradable será entonces vernos regresados a la carne!
ESQUELETO B. ¿Crees que regresaremos también a la carne?
ESQUELETO A. ¿Quién lo duda?
ESQUELETO B. (Nostálgico.) Eso sería estupendo.
ESQUELETO A. (Tras una breve pausa.) ¿Cómo te llamabas antes?
ESQUELETO B. Juanito.
ESQUELETO A. ¡Anda pues, Juanito! ¡Levanta el corazón!
ESQUELETO B. (Mirando a través de sus costillas.) ¿Qué corazón?
ESQUELETO A. (Reconsiderando la situación, con acento súbitamente desesperanzado.) La verdad es que hicimos mal muriéndonos.
ESQUELETO B. Sí, hicimos mal.
ESQUELETO A. Perdimos el corazón.
ESQUELETO B. Sí, lo perdimos.
ESQUELETO A. Eso fue, sin duda, lo peor.
Silencio. El ESQUELETO B sopla a través de su propia tibia y brota una suave melodía, que ondula apenas la cabeza de las ortigas. Al conjuro de la música, las serpientes de hace cien años –apenas un rosario de menudas placas óseas– tratan inútilmente de erguirse como en los viejos tiempos de la ponzoña fulminante.
Javier Tomeo (Historias mínimas)
17 comentarios:
Absolutamente fascinante baile de esqueletos nostálgicos.
Nacieron, sin saberlo, con el trofeo de la carne en la estantería.
Ahora es tarde para preguntarse por qué.
Absolutamente increible, un diez a tu originalidad, me has dejado pegada( muy positivamente)
Felicidades!!!
Estaba convencido, querida Vieja muerta, que te agradaría esta pieza de ultratumba.
No te confundas, hechicera de la luna. El texto que has leído no es de mi invención (ojalá lo fuese). Tal y como indico a su término, pertenece al libro "Historias mínimas", del inconmensurable Javier Tomeo.
De lo mejor que he leído en los blogs últimamente. Será de Tomeo, pero tú lo has puesto a nuestro alcance. Gracias.
Siempre se puede estar mejor.
Y siempre se puede estar peor.
Esto último, lejos de dejarme sin esperanzas, me anima.
Apapacho, Javier.
Qué placer más grande, me has proporcionado con la transcripción de este texto.
Hola.
Genial, Tomeo: me ha encantado encontrarle en la red. ...Y de paso, me quedo cotilleando por tu blog.
Un saludo.
Genial. Mundo Tomeo al 100%
Un abrazo
Da pena lo de la música con el hueso...
Al final siempre hay organos imprescindibles...
Como decía un poeta, todo pasa y todo queda.
Muy buen texto.
Saludos,
Musa
La melancolía de los muertos... qué genial.
Me gusta sobre todo la imagen de las ortigas. Excelente elección.
Ayer pude imprimir por fin Narrativas y anoche leí tu cuento. He disfrutado con la lectura, lo confieso. Echo en falta el humor, bien tratado, y ha resultado grato encontrarlo en tu cuento. Me encantan esas historias que esconden una segunda lectura, que cuentan más de lo que pudiera parecer, esa manera de utilizar el humor para abordar asuntos trascendentales.
Mi felicitación.
Pd.- como siempre, un acierto la selección del texto de esta entrada.
Un abrazo.
Me alegra que hayas disfrutado con la lectura de "Amor hinchable", Viajero. Y concido plenamente en lo que dices sobre el humor. Siempre he pensado que el humor, tan preterido por lo común en literatura, resulta un procedimiento muy eficaz para llevar cualquier relato hacia territorios inquietantes. Gracias por haberte tomado la molestia de imprimir la revista y leer el cuento.
Otro abrazo.
Una historia interesante, ¿qué contarán de nosotros nuestros propios esqueletos una vez que nuestro tiempo acabe? Dicen que todo lo que hacemos tiene un reflejo interno. ¿Será cierto?
Un beso
Llevo yo intentando comseguirlo años desde que un samaritano excelente me lo prestó. Anagrama no se da por enterada del sentimiento popular. Reedición ya.
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