A menudo, muchos pensamientos dignos de perdurar por escrito
se desvanecen para siempre por culpa de la pereza o del inoportuno azar. Precisamente ahora me disponía a consignar aquí una reflexión memorable, pero está sonando el teléfono.
Perillán
Hace 14 horas
17 comentarios:
Hay en ese artefacto algo siniestro. Su timbre es el único sonido del mundo que penetra en nuestras vidas y puede cambiarlas con un simple ring. Para bien o para mal. En cualquier caso, siempre es imprevisible.
No me gustan los teléfonos. Ahora entiendo el por qué.
Y ocurre demasiado a menudo.
Este texto tuyo me ha recordado otro de Cortázar, que reproduce Rodrigo Fresán en Mantra. El texto en cuestión corresponde a Cuaderno de Zihuanejo, un libro que escribió Cortázar en 1980 y que parece ser que se publicó no sé donde en 1997 (ay, si alguien pudiera decirme dónde encotrarlo).
Te reproduzco el texto (disculpa por la extensión, pero creo que, como en tu relato, se muestra la impotencia del escritor de llevar al papel lo que tiene en la cabeza):
Ahora (ahora es esta noche de fiebre) la deformación profesional proyecta en la duermevela algo de ese sentimiento de la escrtitura...
...Como en tantos sueños (sueños de escritor, presumo), el texto es una culminación, un arribo a la obra última; lo escribo -lo veo escribirse- sabiendo lo que dice y que me colma como ningún texto de la vigilia, y a la vez como una especie de entendimiento negativo de que apenas despierte no recordaré ni siquiera la primera palabra.
Saludos.
Suscribo tus palabras, Antonio. Creo que algunos teléfonos deberían estar entre rejas. Quizá mañana compre una pequeña jaula para el mío, ese animalito siniestro. Será un placer contemplar cómo languidece.
A mí tampoco, Gilda. El teléfono carece de todo romanticismo. Graham Bell fue un auténtico aguafiestas. Nos privó para siempre del género epistolar y las señales de humo.
Desconocía la existencia del texto que gentilmente me regalas, Viajero. Muy sugerente. En los próximos días, buscaré algún rastro de ese "Cuaderno de Zihuanejo". Y contrataré a un biblio-detective si hace falta. Cortázar bien lo merece. Gracias por tu ilustrativo comentario.
He realizado algunas pesquisas, Viajero. Al parecer, "El cuaderno de Zihuatanejo" (me temo que nos faltaba una sílaba en el enrevesado título), fue publicado por Alfaguara en 1997 para ofrecerlo como regalo de fin de año a sus lectores, y la editorial se comprometió a no venderlo. Supongo que no podrá encontrarse sino en recónditas librerías de viejo o en contadas bibliotecas públicas. Todo un reto. Te propongo que aunemos fuerzas para encontrarlo, cada cual en su radio de acción. Seguro que Cortázar aprobaría la idea.
¿Qué hacer si mantienes una conversación muy interesante pero quien llama al teléfono lo hace porque realmente te necesita?¿educación u olvido?. En fin, que siempre está el modo silencio, y la jaula, claro, la jaula. Insonorizada, eso sí.
¿Decías?
Disculpa... Es que me estaba duchando...
;-)
Es cierto, Herman, había extraviado una sílaba en el nombre de tan peculiar localidad mexicana.
Acojo con entusiasmo tu propuesta. Te adelanto que ya en su día aproveché una visita a Buenos Aires para ojear en las librerías de Corrientes, pero la búsqueda resultó infructuosa (desconocía que fue publicado como regalo).
Como bien dices, creo que lo mejor es comenzar por las librerías de viejo, a ver si hay suerte.
Te mantendré informado de mis averiguaciones.
Las interrupciones son fatales, jajaja.
Demanda al telefoneador. ;-)
Que se diga que se diga no estoy muy de acuerdo con algunas posturas, sobre el "teléfono" creo que fue un invento relevador al igual que las 3w
Hoy en día se utiliza para todo ej. teléfono erótico, tele lo que sea, la vida más sencilla, si suena el teléfono podemos hacer como si no sonara, señores míos somos humanos, tengas ustedes una señora tarde agradable con semejante invento.
Cuantas grandes ideas no se habrán visto transformadas por lo inoportuno de su creación, de su surgimiento. No sólo es el teléfono el culpable. Hoy entre la vigilia y el sueño tuve una gran idea pero al abrir los ojos se desvaneció al momento y no he logrado recuperla. Aunque estuve muy contenta todo el día, al menos debió ser algo alegre.
Me encató volver a pasarme por aquí.
Un beso
Herman no pretendía denunciar públicamente a Telefónica.
Podría haber puesto otro ejemplo cualquiera de interrupción con el que habría expresado lo mismo.
¿Verdad, Hermita? Ay, qué lástima..
Yo me imagino a un dios envidioso atareadísimo en poner todo tipo de obstáculos entre los que tienen algo que decir y la expresión misma de lo que se pretendía decir.
Es un dios bajito y renegrío que vive en una cueva oscura llena de bombillas rojas que se encienden para dar la alarma. Una luz roja parpadeante por cada reflexión peligrosa.
"A este le meto ahora una llamada fuerte de su madre..jeje.."
"Mierda, el del bigote otra vez..."
Cuando en una misma ciudad coinciden varios pensadores, el dios manda una tormenta o un terremoto(tiene sus soluciones apresuradas). No sabe ná.
Pero a veces no le funciona alguna bombilla.
Y no llega ni a enterarse.
Prueba lo que yo hago cuando me interrumpen con una llamada inevitable: hablo con el interlocutor mientras voy escribiendo un esbozo de lo que me tenía entre manos.
De cualquier modo, cuéntanos lo que íbas a escribir en ese momento, anda.
Sincronicemos los relojes, Viajero. Comienza la Operación Zihuatanejo.
En efecto, Castigadora. Uno le guarda cierto rencor a la vigilia por cancelar sin compasión los milagros que el sueño genera.
Otro beso para ti.
Tu hipótesis del dios envidioso me resulta fascinante, querida Vieja. Fascinante y verosímil. Ojalá se le fundan todas las bombillas rojas a ese bribonzuelo.
Veo que me llamas Hermita. Suena a termita. Y a eremita. Supongo que no es casual.
Un beso.
Buen truco, Mery. Si te digo la verdad, no estaba pensando nada cuando sonó el teléfono. Sólo me hacía el interesante. Gracias por dejar aquí tu huella.
Bueno, siempre nos queda la esperanza de que al menos la llamada merezca la pena...
Saludos
Mira que es inoportuno ese trasto.
Saludos Herman
Yo hoy me he propuesto apuntar cada una de las cosas que se me pasan por la cabeza en algún sitio. Las enumero y me paso el día contando y recordando qué número pertenece a cada recuerdo.
Pero siempre se me acaba olvidando.
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