lunes, 17 de diciembre de 2007

A la manera de Proust


Proust escribe oraciones interminables y armoniosas que deslumbran por su eficacia y que rodean al lector como un abrazo sutil, embriagándolo levemente a medida que las páginas transcurren, hechizándolo hasta dejarlo sin respiración. Me agradaría escribir en períodos largos, pues tal vez de ese modo el pensamiento evolucione mejor, como si fuera un ovillo de lana que un travieso gato va desenredando poco a poco hasta dejarlo completamente extendido en el suelo, a la vista de todos, o como si se tratara de un riachuelo que fluye sin detenerse y cuyo cauce va formando caprichosas figuras, casi todas redondeadas, femeninas, de innegable voluptuosidad, en las que está ausente casi por completo la línea recta, que si bien es el recorrido más breve entre dos puntos, es asimismo el menos interesante, el menos sofisticado, el más obsceno, el más directo y por ende el más alejado de la digresión y la fantasía. Escribir de este modo supone vigilar muy de cerca la sintaxis, enlazar sinuosamente las diversas frases e incluso las distintas palabras, de un modo similar a como el pianista vincula entre sí las notas musicales cuando ejecuta un pasaje legatissimo, pero además supone que el acto reflexivo poseerá largo aliento, amplitud de miras, vocación de inmortalidad. Porque el punto y seguido es la muerte de toda frase, el lugar donde ésta concluye, el instante en que deja de palpitar y se apaga para dar paso a otra frase nueva, recién nacida, joven y lozana, promisoria ante todo, ya que puede ocurrir cualquier cosa mientras dure, al contrario que la oración precedente, cuyo contenido conocemos y por tanto no puede ya sorprendernos con un giro inesperado o un desenlace imprevisto. Debo consignar de inmediato que resulta agotador escribir de esta manera, sobre todo para quien, como yo, no está acostumbrado en modo alguno a hacerlo.

1 comentario:

Arcángel Mirón dijo...

Estoy escribiendo la primera novela de mi vida (yo, que estoy acostumbrada a cuentos cortos), y es difícil. Es difícil escribir en largo. Debo estar atenta a todo, a esos detalles que ni siquiera pensé que existían. Pero cuando un párrafo por fin me queda como yo quería... qué felicidad.